jueves, 15 de julio de 2010

El retorno de los gigantes - parte 8

¿Puede explicarse la existencia de las tribus gigantes de la Biblia por medio de la enfermedad del gigantismo?

¿Y qué tal si los gigantes de los relatos anteriores (de la época de la conquista de Canaán) pueden atribuirse al gigantismo como defecto genético?

Actualmente se dice que la tribu Watusi en dónde los  hombres miden 1,96 y las mujeres 1,77 en promedio, es una de las más altas. Ellos son una tribu popularmente llamada "gigante", pero ésas estaturas los convierten en altos, pero de ninguna forma en los llamados Anaquim de 4 metros de la época de la conquista de las tierras de Palestina en la época de Josué. Solo nos correspondería hablar de un fenómeno de gigantismo para explicar la existencia de ésas colosales razas. Pero, ¿se sustenta ésta idea?

 El gigantismo es una enfermedad hormonal causada por la excesiva secreción de la hormona del crecimiento. Hablamos del  crecimiento desmesurado en especial de brazos y piernas causado por la glándula hipófisis. El gigantismo suele estar acompañado del debilitamiento de las funciones sexuales y recibe entonces el nombre de gigantismo eunucoideo. Sin embargo, puede haber gigantismo sin estas alteraciones sexuales. Los individuos afectados por cualquier tipo de gigantismo presentan debilidad muscular y graves problemas a los huesos.
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Los defectos hereditarios que impiden la osificación normal durante la pubertad, y por lo tanto permiten que el crecimiento continúe, pueden producir también gigantismo.

Robert Pershing Wadlow (en las fotografías) nació el 22 de febrero de 1918 en Alton, un pueblo del estado norteamericano de Illinois.Robert era el mayor de cinco hermanos normales. Su desarrollo físico fue normal hasta los cuatro años, momento en el que empezó a crecer a una velocidad inaudita. Tan es así que a los 5 años ya medía 163 cm y a los 10 llegó a la barrera de los 2 metros de altura.

Este crecimiento desproporcionado comenzó a generarle problemas. Pronto sus huesos no fueron capaces de sostener por sí mismos el peso de su cuerpo, lo que le obligó a utilizar muletas para desplazarse. Por si eso fuera poco, al cabo de un tiempo comenzó a perder la sensibilidad en sus piernas. Así estaban las cosas cuando el 4 de julio de 1940 un mal gesto le llevó al hospital con una ampolla en el tobillo que degeneró en una infección. Ante el empeoramiento de sus constantes vitales, los médicos le practicaron una transfusión sanguínea de urgencia que no evitó que el día 15 de ese mismo mes muriera mientras dormía. Tenía 22 años. La gira realizada años atrás lo había convertido en todo un personaje y en su funeral, celebrado el 19 de julio, se congregaron cerca de 40.000 personas. El ataúd en el que lo enterraron pesaba media tonelada y fueron necesarios 12 hombres para llevarlo a hombros. Y es que en el momento de su fallecimiento, Robert Wadlow medía 2, 72 metros y pesaba 199 Kg.
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Cómo observamos, el fenómeno del gigantismo suele ser una enfermedad aislada, ya que en ningún caso provoca la aparición de toda una raza o parientes gigantes; además dichas personas rapidamente quedan inválidas, y no se pueden parar debido a su peso, y sus huesos se descalsifican prematuramente, al punto que a los pocos años quedan postrados y mueren.

Estos casos diferen notablemente de los corpulentos y guerreros gigantes bíblicos, los cuales eran miembros de toda una raza de éstas criaturas. El peso de la armadura de Goliat  indica su fuerza y tamaño. Su cota de malla de cobre pesaba 5.000 siclos (57 Kg.) y la hoja de hierro de su lanza, 600 siclos (6,8 Kg.). (1Sa 17:4-7.). Isbí-benob, otro gigante bíblico,  tenía una lanza que pesaba 300 siclos de cobre (3,4 Kg.) (2Sa 21:16); Lahmí, el hermano de Goliat, “el asta de cuya lanza era como el enjulio de los obreros del telar” (1Cr 20:5). Armamento y armaduras muy pesadas que nos muestran a seres corpulentos y bien proporcionados en su altura gigantezca. Claramente, éstos ejemplos no pueden ser explicados con la enfermedad del gigantismo. Solo nos hablan de manera evidente, de una raza con elementos no humanos, mezclados con cierta genética humana, lo cual los hacía una raza temible de guerreros que quizás vivían mucho tiempo. Además, los dólmenes y menhires (piedras como las de Stonehenge), encontrados en varias regiones dan prueba de una raza de hombres fuertes que podían mover grandes toneladas.