jueves, 15 de julio de 2010

El retorno de los gigantes - parte 7

El Rey Og y los refaím, los "hombres" de tamaño extraordinario

Los refaím eran otra raza pariente de los anaquim. Probablemente se les llamó refaím por ser descendientes de un gigante llamado Rafah. La expresión ha•Ra•fáh (literalmente, “los Rafah”) de 2 Samuel 21:16 al parecer representa con el nombre del padre a toda la raza de gigantes. Los moabitas que los desposeyeron los llamaron emim (criaturas espantosas). Más de cuatrocientos años después, cuando Israel acababa de entrar en Canaán, “la tierra de los refaím” todavía se identificaba con las tierras altas de Basán (las cuales incluían la cadena montañosa del Hermón). Allí los israelitas derrotaron a Og, el rey de Basán (Dt 3:3, 11, 13; Jos 12:4; 13:12), el último que “quedaba del remanente de los refaím”. No se sabe a ciencia cierta si estas palabras significan que era el último rey de los refaím o que era el último de los refaím de aquella región, pues poco después aparecen los refaím al O. del Jordán.

Og, rey de Basán, uno de los refaím, al ser enterrado tuvo un féretro de 9 codos (4 metros.) de longitud y 4 codos (1,80 m.) de anchura (Dt 3:11). Su inmenso féretro de hierro (posiblemente un sarcófago de basalto negro según la obra Perspicacia) me recuerda a los sarcófagos gigantes de 4 metros del  Serapeum en Egipto. Los dominios del Rey  Og se extendían desde el monte Hermón hasta el Jaboq, el territorio al E. del Jordán que comprendía 60 ciudades fortificadas y muchísimos pueblos rurales. (Dt 3:3-5, 8-10; Jos 12:4, 5; compárese con Nú 21:23, 24.) Sus dos ciudades principales eran Edrei y Astarot. (Dt 1:4; Jos 13:12.)

Israel derrotó a Og hacia el final de los cuarenta años en que estuvo vagando por el desierto, justo antes de acampar en las llanuras de Moab. Después de derrotar a Sehón, Israel se enfrentó con las fuerzas de Og en Edrei, y tras la gran victoria que Dios les concedió, mató a Og y a todo su ejército, y tomó posesión de sus ciudades y pueblos. (Nú 21:33–22:1; Dt 3:1-13.)

 Goliat de Gat, a quien David mató, también era de la raza de los Refaím,  y éste gigante tenía una altura de 6 codos y un palmo (2,90 metros.). Goliat fué contratado como mercenario por sus socios y parientes filisteos (los cuales eran más pequeños, pero más inteligentes).

Además de Goliat, otros hombres de los refaím también eran extraordinariamente grandes, como Isbí-benob, cuya lanza pesaba 300 siclos de cobre (3,4 Kg.) (2Sa 21:16); Saf o Sipai (2Sa 21:18; 1Cr 20:4); Lahmí, el hermano de Goliat, “el asta de cuya lanza era como el enjulio de los obreros del telar” (1Cr 20:5).

En la Tierra Prometida los israelitas tuvieron problemas con los refaím, pues algunos seguían morando en los bosques de la región montañosa de Efraín. Habían huído a las montañas y bosques,  después de ser aniquilados sus reinos. Pero aún bajaban de las alturas y asustaban a algunos campesinos. Los hijos de José tenían miedo de echarlos. (Jos 17:14-18.) Mientras luchaban contra los filisteos, David y sus siervos derribaron a cuatro hombres que les habían “nacido a los refaím en Gat”; uno de ellos era “un hombre de tamaño extraordinario, cuyos dedos de las manos y de los pies estaban en cantidades de seis: veinticuatro”. La descripción de las armaduras indica que eran hombres de gran estatura. Uno de estos era “Lahmí el hermano de Goliat el guitita”. (1Cr 20:4-8.) Este Goliat, aquel a quien David mató, medía seis codos y un palmo (2,9 m.) de altura. (1Sa 17:4-7.) El relato de 2 Samuel 21:16-22 lee “Goliat” en lugar de “el hermano de Goliat”, como dice 1 Crónicas 20:5, lo que quizás indique que había dos personas llamadas Goliat.

Finalmente, éstas razas de gigantes guerreros fueron exterminadas por los israelitas. Habían órdenes superiores (jerarquías elevadas de ángeles)  que ninguna raza anormal e ilegal (de cruza no humana) tenía que estar presente para complicar el ministerio de Jesús. Además  no correspondía su existencia en Medio Oriente, ya que Miguel (Cristo) orientó su ministerio solo a las razas humanas originarias de la Tierra y no a las aberraciones de los ángeles rebeldes y sus vástagos. Todas éstas razas (incluyendo a los Emim y los Anaquim) estaban ya exterminadas de Oriente Medio al tiempo de la visita de Jesús a la Tierra.