martes, 15 de junio de 2010

El gran Akhenaton

En el año 832 el Califa Abdullah al-Mamum, que ocupó Egipto, ordenó el desmantelamiento de la cima de la Pirámide de Keops. ¿Por qué? Aún sigue siendo un enigma. Y lo más importante es que quizás se perdieron datos y escrituras jeroglíficas que hoy nos podrían haber proporcionado grandes respuestas a muchas de las preguntas sobre la construcción y el fin de estas misteriosas pirámides. No obstante, fuentes oficiosas nos han indicado que hubieron unas razones bien importantes para que se destruyera la cima de la Gran Pirámide. De hecho, lo que encerraba la cima de la estructura, junto a las muchas galerías y pasajes ocultos que hasta el día de hoy no han sido descubiertos, constituyen un gran desafió a todo lo que creemos. Los artífices de esa obra monumental no solo querían proteger tesoros de incalculable valor, sino que también el legado de un conocimiento que podría alterar todas las bases de nuestra sociedad, y que remecería los pilares de la misma historia del hombre. Tal conocimiento, por lo tanto, según el criterio de las fuerzas que controlan la pirámide, debe ser vedado a los seres humanos. El conocimiento es poder. Y su dominio sobre la humanidad se vería afectado si las masas conocieran estos testimonios sobre el verdadero origen de nuestra historia.

 Sin embargo, "nada hay oculto que no llegue a saberse". Sí, muchas fuentes que han permanecido en silencio por temor a represalias o al ridículo han confirmado sospechas e intuiciones sobre el porqué del desmantelamiento superior de la Gran Pirámide. Los informes extraoficiales nos dicen que los verdaderos motivos no son los que cuenta la historia, sino que se pretendía ocultar o borrar un gran secreto a los humanos. En primer lugar debemos mencionar, que los antiguos egipcios tenían decenas de deidades y guardianes protectores del "mundo invisible". Con el tiempo, la civilización egipcia alcanzaría un nivel tal de politeísmo, que llegarían a contarse entre ellos más de 750 dioses y otras fuerzas divinas que elevarían a cantidades asombrosas tal proliferación de paganismo e idolatría. Sin embargo, en los primeros tiempos, la civilización egipcia no era tan idolatra. De hecho, una de las deidades más antiguas era el dios Ra. Esta divinidad representaba al dios creador y principal sustento de la vida en el Egipto antiguo. Era el dios Sol, que "en su olímpica ronda diaria demostraba su gloria al hacer florecer la vida y los frutos en la Tierra". Ra, "El señor soberano del cielo, cada día viajaba  en bote de este a oeste. Al caer la noche hacía un viaje peligroso por el averno o mundo inferior". En realidad la adoración de esta deidad constituía una aproximación del hombre egipcio por venerar una entidad benéfica que les proporcionaba calor, alimento, y abrigo. Sin embargo, cuando la civilización se mudó a Tebas, una deidad que había tenido un papel inferior y no muy claro asumiría el liderazgo de los dioses, y en definitiva se fusionaría con el dios Sol Ra. Nos referimos a Amón.

  Es interesante, que el significado básico del nombre Amón en el antiguo Egipto, significa "Oculto". Este nombre se relaciona, según eruditos, con que posee un significado intrínseco oculto a los mortales, o que oculta la verdadera identidad de otra entidad del mundo inmaterial. Esto es de suma importancia, pues como veremos, Amón es mucho más que un dios egipcio...

 Cuando Amón fué fusionado con el dios Sol Ra, surgió una nueva deidad en la vida egipcia. Esta era una deidad tan sublime como obscura. La fuerza de la luz solar fué mezclada con las tinieblas, y surgió el dios más poderoso que haya conocido la teología Egipcia, y que, en definitiva, constituiría la base para las deidades griegas y romanas llamadas Zeus y Júpiter. Nos referimos a Amón-Ra. En este nombre, sin embargo, de una manera subliminal se escondería el dominio de Amón sobre Ra, manteniendo de manera oculta para el pueblo egipcio la supremacía de la oscuridad sobre la luz. Sin embargo, para el grueso de la nación egipcia, a excepción del sacerdocio egipcio que conocía el significado verdadero de estas cuestiones esotéricas, la masa egipcia veía a la nueva deidad como la culminación del máximo ideal en torno a una divinidad.

    Algo importante y que respalda todo lo anterior, es que el sacerdocio de Amón con el tiempo llegó a ser muy poderoso y acaudalado. De hecho, gran parte de los despojos de guerra de Egipto iban a parar al tesoro de Amón. El historiador E. A. W. Budge opina que lo sacerdotes de Amón-Ra posiblemente propiciaban la guerra para provecho propio. Con el pasar de los años, los sumos sacerdotes de Amón-Ra, cuyo cargo llegó a ser hereditario, ejercieron un poder aún mayor que el de los propios faraones. Uno de ellos, Herihor, sucedería en el trono, mucho tiempo después, al último de los Ramsés. Este poder e influencia de este sacerdocio sería vital en la transmisión oral o escrita de algunos conocimientos que el mundo hoy ignora. Durante el reinado de esta casta de Amón-Ra sobre Egipto y sobre los propios faraones, llegó a gestarse dentro de ella una sociedad secreta de origen mistérico y hermético, en la cual solo los muy iniciados en estos altos secretos podían entrar. Fueron contados los faraones que pudieron ahondar en esta sociedad secreta. Solo los que manifestaban un interés extra y que eran elegidos llegaron a formar parte de este grupo que existía dentro del sacerdocio.

 Sin embargo, el poder de ellos se hacía notar. Por ejemplo, cualquier cosa que el sumo sacerdote, que generalmente también era miembro de esta sociedad secreta, deseara hacer podía ser aprobada legalmente en cualquier momento por un oráculo especial del dios Amón, y preparándola de antemano, la imagen a la que se rendía culto y ante la que expresaba sus deseos el sumo sacerdote, ésta podía responder, según ellos, invariablemente de manera favorable, hacía lo que se pedía. Por lo tanto, las maquinaciones del sacerdocio tenían esa aprobación divina. En cuanto a las representaciones de Amón-Ra, habían muchísimas. Decenas de ídolos con las más dispares formas representaban a esta deidad.  Sin embargo, una de las más interesantes para nuestra investigación, es una que no se caracterizaba precisamente por una imagen antropomorfa de aquel dios, sino por un significado más bien simbólico con un sentido sobrenatural y esotérico. En algunos de los antiguos grabados egipcios se le muestra a Amón-Ra como un gran ojo encerrado en un triángulo o en una pirámide. ¡Una pirámide! Sí, como comenzamos a sospechar,  este extraño dios se relaciona con las pirámides. Y no solamente de una manera pictórica sino también de una manera más física...
 
   El ojo de Ra (luego a Horus se le identificó con el “ojo”). Sí, aquel dibujo como veremos, traspasaría las fronteras y avanzaría por los siglos consolidando el poder de este dios sobre nuestra humanidad, pero no es momento de extenderme todavía sobre este apasionante asunto...

 Lo que realmente me sorprendió en esta investigación es que, durante la edad media, cuando los ejércitos de la cristiandad llegaron a Egipto, todavía quedaban los últimos descendientes de los sacerdotes de Amón y de esta sociedad secreta. Ellos eran los últimos depositarios de los conocimientos ocultos de los egipcios, y de la fascinante secreta lectura e interpretación de la triple escritura del antiguo Egipto, la jeroglífica, la  hierática, y la demótica. Estos muy iniciados, que habían adquirido estos conocimientos a través de generaciones, fueron masacrados cruelmente por los cruzados. Así, de esa manera, casi se perdió por completo todo este legado de conocimientos secretos. Sin embargo, antes de la destrucción total de estos cultos, algunos de estos caballeros cruzados tendrían la ocasión de averiguar y de penetrar en estos secretos de los sabios egipcios, y unos pocos, alcanzarían a ser iniciados en estos altos misterios. Ellos, llamados después caballeros de la Orden del Temple o Templarios, al retornar a Europa llevarían consigo  de manera oculta estos conocimientos, y llevarían también  a algunos de los sacerdotes sobrevivientes, protegiéndolos de una segura inquisición, siendo los responsables de otra apasionante historia muy ligada a ésta...

  Si no hubiera sido por la invasión de los franceses, quizá nadie podría decifrar la escritura jeroglífica. La piedra Rosetta fué la clave para comenzar a desentrañar y a entender el antiguo Egipto. No obstante, mucha información ha permanecido oculta para el público. De hecho, la misma cima de la Gran Pirámide de Kufu -verdadero nombre del rey keops- podría haber tenido todo un legado de información. Fuentes indican que en parte de esa cima, y en las cámaras subterráneas, y en muchas cámaras ocultas y desconocidas están las claves de muchos enigmas. De hecho, con los años aparecieron documentos que atestiguaban ser copias de lo que había en la cima de la Pirámide, y que también fué escrito en una de las intrincadas galerías subterráneas. Estos datos llegaron a través de múltiples ladrones de tumbas, que en algunos casos se adelantaron a los arqueólogos al poner primero sus manos en esos tesoros. Muchos murieron víctimas de muchas trampas. Sin embargo, la información se divulgó por el mercado negro, y también ha sido transmitida por sociedades secretas que poseen de manera oculta estos testimonios. No obstante, con la disidencia en siglos pasados de algunos de sus miembros, la información se ha filtrado. 

 En uno de esos escritos, que fueron vistos en el interior oculto de la Gran Pirámide, aparece esta inscripción: "Aquí... en Duart, Mut vela el sueño... del Señor del Oeste, hermano y yerno del último depositario del Gran Tesoro del Reino en Medio del Mar; su segunda daga señala hacia el traidor: Horemheb".

 Cuando se analizaron estas frases, la sorpresa fué mayúscula. Lo primero que nos llama la atención es la palabra "Duart". Aquella expresión venía a significar algo muy preciado y oculto en aquel lugar. Además se relacionaba con el sello de la Necrópolis Real del antiguo Egipto. Esto podía indicar una referencia al sepulcro de alguien importante. Además, el monosílabo "Duart", en el lenguaje del antiguo Egipto, quería expresar el "Más Allá".

 En cuanto a la expresión "Mut", ésta sin lugar a dudas, se refiere a algunas estatuas egipcias con rostros con forma de buitre encontradas en algunas tumbas reales. Esta ave, el buitre, desde la más remota antigüedad, había cumplido el papel de "guardian". Estaba claro, que las mencionadas estatuas con ojos y pico de buitre, "velaban" o guardaban el sueño del Señor del Oeste, "hermano y yerno del último depositario del Gran Tesoro del Reino en Medio del Mar".

 En estas frases, la expresión "Señor del Oeste" sólo podía hacer referencia -siempre según las creencias del antiguo Egipto- a un rey que, al morir, recuperaba su calidad de dios; es decir, de "Señor del Oeste". Pero la palabra que armó el galimatías era "Horemheb". Este famoso general había vivido en tiempos de los no menos famosos faraones Amenofis IV (el singular rey "hereje", también conocido por Ajnaton o Akhenaton), Tutankhamon y Ay, que vivieron muchos siglos después de la construcción de las pirámides, cuando ya la civilización se había mudado a Tebas.  El "Señor del Oeste" a que hacía alusión el jeroglífico tenía que ser, indefectiblemente, alguno de estos tres reyes. El calificativo de "traidor", además, venía a coincidir con la inmensa mayoría de las hipótesis de los egiptólogos, que no dudan en considerar a Horemheb como un usurpador del trono de Egipto. Tal y como muchos han estudiado, el citado general de las fuerzas militares egipcias, tras la muerte del rey Ay, último Faraón de la XVIII dinastía, este general se hizo con el poder absoluto de Egipto, fundando la XIX dinastía. Pero ¿a qué faraón podía referirse la inscripción? ¿Qué gran rey "dormía el sueño de la muerte" en ese lugar?

 Solo había una respuesta a estas cuestiones: De los tres monarcas citados, sólo uno podía ser "hermano y yerno", a un mismo tiempo, de aquel desconocido "depositario del Gran Tesoro del Reino en Medio del Mar". Este "Señor del Oeste" solo podía ser Tutankhamon, hijo de Amenofis III, y hermano de Akhenaton. Tutankhamon sería el sucesor de Akhenaton, el rey "hereje". Además Tutankhamon, el "rey adolescente", siguiendo las complicadas costumbres de su época, había contraído matrimonio con la princesa Anjsenamon, una de las seis hijas de su hermano Akhenaton, casado a su vez con la bella Nefertiti. El sucesor de ambos, Ay, quedaba descartado como protagonista de semejante parentesco. Solamente Tutankhamon se hallaba doblemente vinculado -como hermano y yerno- al fascinante "rebelde" de la teología egipcia: Akhenaton.

 Realmente es  una historia de venganza y traición, y es precisamente esta historia la que ha fascinado a los investigadores por muchos años. Cuando el culto de Amón-Ra se había afianzado en el Egipto tebano, y el sacerdocio de Amón empezaba a contar con gran influencia, el nuevo monarca, Akhenaton, para sorpresa de todos, comienza una gran reforma teológica en Egipto. Akhenaton constituiría, según algunos, el primer gran intento por implantar una religión monoteísta en el Egipto infestado de dioses. Sí, este rey comienza a borrar y a eliminar decenas de los grabados e imágenes pertenecientes a muchas divinidades egipcias. Incluso suprimió el culto a Amón-Ra, sosteniendo con las castas sacerdotales de Amón una gran lucha. Finalmente venció, y borró el nombre de Amón de todos los templos y monumentos egipcios. Akhenaton estrenó entonces al pueblo egipcio, una nueva revelación, una nueva divinidad, llamada Atón. Esta "suprema revelación" sería el único dios al que los egipcios deberían adorar.      

 Aunque muchos egiptólogos han alegado que la reforma de Akhenaton no constituía en realidad una manifestación de monoteísmo, ya que la expresión del nuevo dios era en realidad la fusión de otras deidades, el punto es que Akhenaton si hizo un gran esfuerzo por eliminar el poder de muchos dioses, incluyendo al extraño Amón. Tal vez su reforma no sería como la del rey judío Josias, quién muchos siglos después restituiría la adoración correcta a su país. Pero esto se debe a que Josias trajo de vuelta la adoración verdadera a un pueblo que ya tenía esos orígenes monoteístas. En cambio, Akhenaton, intentó implantar una nueva revelación a un pueblo que nunca había adorado a un solo dios. Esto hace que Akhenaton no intentara hacerlo de golpe, sino gradualmente. Para ello no podía eliminar inmediatamente todo concepto pagano, sino que de una manera inteligente, fusionó o redujo muchas ideas a una sola. Atón, el único dios, constituiría un esfuerzo por sanear las mentes egipcias y conducirlas a la posterior revelación de un Padre Universal, pero los planes de Akhenaton se verían truncados...

 Cuando finalmente Akhenaton venció a las castas corruptas de Amón, éstas juraron venganza. Lamentablemente, el reinado de Akhenaton duró pocos años para que se pudiera afianzar definitivamente la nueva deidad. Esto se debió a que se había urdido una conspiración malévola sobre este faraón y su familia. Y la gran relación es que era una batalla entre dioses... Amón intentaría recuperar su poder y debía vencer a Atón.

 Cuando realicé esta investigación algo me llamó poderosamente la atención. Antes mencioné que Amón no solamente era un dios egipcio. También dije que el significado egipcio para la expresión Amón era "Oculto", esto en el sentido de que ocultaba la verdadera identidad de otro personaje del mundo de los espíritus. Bien. Mi sorpresa fué mayor cuando comprobé que una de las tantas expresiones referidas a la fusión de Amón-Ra  hacía alusión a una "brillante estrella de la mañana" que recorría los cielos. Además esta expresión se relacionaba con el Sol que en sí también es una estrella. Pero también los pasajes antiguos se referían a otro astro, un  "astro reluciente", refiriéndose al lucero del alba. Este astro es nada menos que el planeta Venus. También ellos hacían referencia a la estrella Sirio que era fundamental en las bajas y altas del río Nilo. El punto es que estas alusiones se refieren al mismo dios, que era considerado "el astro rutilante", "la estrella brillante o reluciente", o "el resplandeciente". Lo interesante es que Jerónimo, quién buceó en estas lenguas casi muertas, utilizó estas mismas expresiones en su traducción de la Vulgata. El había investigado esta asombrosa relación y descubrió que hacían alusión al mismo personaje que los sabios egipcios trataban de ocultar. Allí, las expresiones son denominadas y latinizadas bajo un viejo nombre que causa impacto: Lucifer. El resplandeciente, o el astro rutilante es nada menos que Lucifer...  O sea, Amón sí ocultaba otra identidad, y Amón-Ra es en realidad Lucifer...

 Y según el pasaje de Isaías 14: 12-14, esta declaración contra el rey de Babilonia es en realidad una clara alusión a Satanás, quién se rebeló contra Dios. Por eso el nombre de Lucifer se asocia a Satanás. Esto da a entender que Amón es en realidad Satanás el Diablo. ¡Con razón Jehová en su declaración contra uno de los faraones de tiempos posteriores a Akhenaton, que probablemente  fue alguno de los Ramsés, dijo aquella famosa frase de Éxodo 9:16!  Sí, aquella no fué una batalla contra el faraón, sino que contra los dioses que lo apoyaban. Y esa lista la encabeza Amón-Ra. Por eso nadie duda en atribuir que aquella frase fue dirigida en el fondo a Satanás, quién se ocultaba bajo la forma de ese dios...

 Pero si regresamos a tiempos de Akhenaton, cuando este murió, asumió su hermano, Tutankhamon. Sin embargo, éste fue misteriosamente asesinado. Después del corto reinado de Ay, Horemheb, el general de las tropas, quién fué el verdadero maquinador de estas muertes junto con los sacerdotes de Amón-, dió su golpe de estado y asumió el trono de Egipto, borrando de la memoria de las gentes al dios Atón y a sus apoyadores, especialmente a Akhenaton, quién sería después considerado un hereje para la teología egipcia al intentar destruir la idolatría. Horemheb restauró el culto a Amón y afianzó definitivamente a los sacerdotes en sus puestos. De esa manera volvió la idolatría a Egipto, y Amón no sería deshonrado hasta el tiempo del Éxodo de Israel de Egipto. Pero esa vez sería el propio Jehová Dios quién lo haría...