jueves, 8 de julio de 2010

El retorno de los gigantes - parte 2

Los Nefilim: El pueblo de los cohetes

En la entrada anterior se ha mencionado que muchas de las llamadas visitas extraterrestres del mundo antiguo, puedan corresponder en realidad al intento final de la raza Nefilim y sus padres de lograr una carrera espacial. De acuerdo a nuestras investigaciones, los ángeles ingresaron en nuestra "región" con cuerpos materiales el 13 de agosto de 3114 a. E.C. Ese día empezó la cuenta larga maya y la galaxia se encontraba en una situación que solo se repetirá el 21 de diciembre de 2012. Ahora bien, desde el 3114 a.E.C hasta el Diluvio pasaron 744 años, un tiempo más que prolongado para desarrollar en el mundo antediluviano una serie de maravillas. La influencia directa de los ángeles y sus hijos solo pudo lograr ese avance. Meditemos que tan solo al hombre moderno le bastaron unas cuantas décadas para iniciar su carrera espacial.

La historia degenerada de Gilgamesh nos interesa principalmente por sus aspectos «aeroespaciales». El artefacto que Gilgamesh necesitaba para llegar a la Morada de los dioses era, indudablemente, una nave espacial, uno de cuyos lanzamientos tuvo ocasión de presenciar cuando se acercaba al «lugar de desembarco». Parece ser que estos cohetes estaban situados en el interior de una montaña, y los alrededores, bien vigilados, dan la impresión de ser una zona restringida.
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Hasta ahora no ha salido a la luz ninguna representación gráfica de lo que vio Gilgamesh, pero, en un dibujo encontrado en la tumba de un gobernador egipcio de un lejano país, se puede ver la cabeza de un cohete por encima del suelo en un lugar donde crecen palmeras. El cuerpo del cohete está claramente almacenado bajo tierra, en un silo (base subterránea) hecho por el hombre con segmentos tubulares y decorado con pieles de leopardo.


Otra estela sumeria que se exhibe en el Louvre, en París, puede muy bien representar el último intento de los Nefilim y sus padres de lograr una carrera espacial para huir de la destrucción. La gran figura central es la de una deidad y no la de un rey humano, pues lleva un casco adornado con cuernos, la marca de identidad exclusiva de los dioses.
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Además, esta figura central no parece ser el líder de los humanos, más pequeños en tamaño, sino que parece estar pasándoles por encima (Se observa su aspecto gigante). Por su parte, los humanos no parecen estar metidos en ninguna actividad guerrera, sino que parecen estar marchando hacia, y adorando, el mismo objeto cónico grande sobre el cual tiene puesta su atención la deidad. Armado con un arco y una lanza, la deidad parece ver el objeto más como algo amenazador que como un objeto de adoración. El objeto cónico se muestra como alcanzando a tres cuerpos celestes. Por su tamaño, forma y propósito parece tratarse de un "cohete" de tiempos remotos.

En un templo de libia también aparece otra imagen de un cohete preparado para partir de la Tierra. Todos los pueblos y culturas de la antiguedad nos hablan de las memorias de dioses voladores y algunos artefactos logrados por ellos. Por ejemplo, en la India se encuentran alusiones a asombrosos carros voladores (Vimanas) y a extraños elementos a reacción que habrían sido utilizados en el curso de las guerras entre los reyes de la alta antigüedad asiática. En estos vehículos voladores las personas que se montaban en ellos podían volar hacia los cielos y dirigirse a las estrellas, para luego retornar a la Tierra. Un texto antiguo de la India llamado el Ramayana dice: "Cuando todos estuvieron embarcados, Rama ordenó al vehículo que partiese y el incomparable carro de Kurevase se elevó hacia el mismo seno de los cielos. El carro volaba como una gran nube empujada por los vientos". En Perú se habla también de los Viracochas, dioses llegados del este y que podían volar.

Es posible que muchos  grabados en piedra y relatos hayan sobrevivido al Diluvio, y luego fueron nuevamente grabados en otras tablilllas y se le agregaron más detalles, creando un distorsión alusiva a dioses antiguos con nombres e historias. Por lo tanto, estaríamos observando copias de otras estelas más antiguas  ya desaparecidas. Serían las copias de evidencia que logró sobrevivir y que fué vuelta a esculpir, para ser preservada. Éstos relatos han sido interpretados hoy  como la manifestación de seres extraterrestres, pero claramente podrían aludir al inicio de una carrera espacial que fué abortada en el Diluvio.

Al parecer los Nefilim que lograron sobrevivir (sus padres angelicos fueron "apresados" y ya no pueden materialzarse) no pudieron huir de éste sistema solar. Seguramente, "otros" se lo impidieron y tuvieron que regresar tras el Diluvio a la Tierra. Éste retorno de ellos, también fué documentado por los primeros habitantes descendientes de Noé y esparcidos tras el Diluvio. El arte rupestre de Tassili en Argelia o las impresionantes estatuillas dejadas por los nativos de Acambaro, son sólo algunos de los enigmas más reveladores de la presencia de éstos gigantes que tuvieron que forzosamente volver a aterrizar en nuestro planeta.

Después de visitar la región de Tan-Zumaitak y la de Tamir, el equipo del arqueólogo  Henri Lhote se dirigió al pequeño macizo de Yabbaren. "Cuando veas Yabbaren -le había dicho su viejo camarada Brenans- te quedarás estupefacto". Y así fue en realidad. Yabbaren que el idioma de los tuaregs significa "los gigantes" se distingue por las presuntas representaciones humanas, gigantescas y desconcertantes. En las cavernas   sobresalen los "dioses de cabeza redonda", que se asemejan a posibles cosmonautas remotos con sus cascos o escafandras.

En la localidad de Val Camonica, Italia, también encontramos milenarias pinturas. Siluetas humanas vestidas con atuendos que podrían corresponder a trajes espaciales, ya que si se observan con detenimiento se pueden reconocer escafandras, antenas y otros dispositivos tecnológicos.

Cómo hemos observado, éstos relatos en piedra, bien pueden ser referencias al retorno de ellos a la Tierra, tras la inundación, y no a la llegada de extraterrestres de otros planetas con el fin de enseñar a una humanidad desobediente.